Yo sabía que no era como los demás, no solo porque había tenido
una infancia un poco distinta.
Era muy evidente que no tenía nada que ver con
mis compañeros del colegio, ni con los adolescentes de mi edad.
A decir verdad,
siempre me sentí un poco más maduro que mis pares.
Me costaba seguirles el
ritmo a mis compañeros.
No quiero decir que fuera más inteligente que ellos,
simplemente teníamos diferentes intereses: yo había puesto la atención en
problemas de adultos…
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