4/4/14

Cuando nada ni nadie te hace sentir vas a buscar en el lado equivocado algo que te haga saber que estas vivo. 
Bienvenidos a la era del desencanto donde tenes todo a tus pies pero nada te atrae.
Millones de posibilidades, pero ninguna a tu alcance.
Millones de personas, pero nadie que te de un poco de amor.

Estas viviendo tu propia muerte, en vida.

Cuando por fin tenes lo que queres ya no lo queres, fracasas al triunfar. 
Vivís parado en la cornisa, en medio de un dilema. ¿Qué hacer conmigo?
No hay nada más difícil que cargar con uno mismo, hacerse cargo, saber que es lo que te pasa, que deseas, que no deseas, que queres para tu vida. Preferís desvanecerte en un sueño profundo, no pensar, huir.
Te asesinas, cometes tu propio crimen. Y ahí, una vez que estás muerto, no sentís nada.
Almas anestesiadas, carentes de sentido y de un propósito.

No hay amor que pueda salvarte.
No hay amor cuando perdiste el deseo.

Somos criminales de nuestro propio deseo, lo aniquilamos; preferimos no pensar, no hacernos cargo de lo que llevamos dentro.
No desear es el crimen más atroz, porque es el crimen donde nos matamos a nosotros mismos.
El deseo es eso que te motiva y te mantiene vivo, es lo único que puede salvarnos de tanta pena. Si deseas, tenes un rumbo, algún lugar hacia donde queres llegar, porque el deseo mueve, moviliza.

Y ahí parado en la cornisa tenes dos caminos, podes seguir igual o podes cambiarte. Elegir el segundo es renacer.